05.
1963 — 1978
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Manos a la Obra
Viaje a las estrellas
La era espacial se tradujo en blanco y plateado con los diseños de Courrèges, Rabanne y Cardin. Mientras los jóvenes del mundo despertaban conciencias, la moda los acompañó con estampados psicodélicos y piezas contestatarias unisex, jeans y tejidos folk.
El Palacio de Hierro Durango, ca. 1963.


El Palacio de Hierro Durango, ca. 1963.
Una nueva luz
Un regalo de Navidad
Durante el invierno de 1963, la familia Baillères concluyó el proceso de adquisición de El Palacio de Hierro. Al término de la Segunda Guerra Mundial, los franceses Signoret y Couttolenc decidieron vender sus almacenes en México.
La tienda del siglo
Para transformar el diseño de la tienda se contrató al despacho neoyorquino Copeland, Novak & Israel, quienes junto con Don Alberto, imprimieron un toque de elegancia contemporánea al almacén. Ese mismo año, Durango fue nombrada “la tienda del siglo” por la revista Harper’s Bazaar.

El Palacio de Hierro Durango, ca. 1963.

La Familia Baillères:
Una familia visionaria
El lema de Don Raúl Baillères, el visionario empresario que se interesó por comprar El Palacio de Hierro a principios de los años 60, era casi irrebatible:
“Para hacer buenos negocios no se necesitan genios, sino gente con sentido común, que es el menos común de los sentidos”.

Don Raúl Baillères

Don Alberto Baillères
Don Raúl Baillères
De joven, Don Raúl trabajó en el Equitable Trust Co., que abrió sus oficinas en México en 1918. Rápidamente llegó a ser gerente y aprendió acerca del manejo de la plata y su comercialización, por lo que en 1934 fundó Crédito Minero y Mercantil (CREMI), que se convirtió en la ventanilla del Banco de México para la venta de oro y plata a los orfebres y joyeros del país. Más tarde fundó una hipotecaria, una afianzadora, varios negocios más y la Asociación Mexicana de Cultura, de donde se formaría después el ITAM (Instituto Tecnológico Autónomo de México). En 1941, al frente de un grupo de empresarios mexicanos, Don Raúl Baillères concretó la compra de la Cervecería Moctezuma.

Fotograma de la película de la inauguración donde el encargado corta el listón de El Palacio de Hierro Durango, ca. 1963.
Un gran soñador con los pies en la tierra
Digno heredero de su padre, el joven Alberto Baillères se interesó muy pronto por los negocios. Cuando aún era estudiante, entró a trabajar en el Banco de Comercio, institución fundada por Don Raúl. Una vez graduado, en 1957, ingresó como vendedor a la Cervecería Moctezuma. Pasó por varios departamentos y al llegar al de Mercadotecnia, trazó una estrategia comercial de la que formó parte la inolvidable campaña de la Rubia Superior.
Cuando su padre se interesó en la compra de El Palacio de Hierro, el joven Alberto Baillères levantó la mano y dijo que quería el 50% del paquete de acciones que comprarían a los dueños originales. “Me apalanqué con el crédito que había solicitado mi papá. Pagamos en dos años”, recuerda Don Alberto quien tuvo que viajar mucho para conocer más a fondo el negocio de los grandes almacenes, pero siempre mantuvo la visión y la inteligencia del líder que aprende de su equipo, pues al llegar conservó a muchos colaboradores de la época de los barcelonnettes, en lugar de empezar de cero.
Con el paso de los años, La Familia Baillères convirtió a El Palacio de Hierro en la quintaesencia del lujo y el buen gusto, que se cristalizó como la tienda departamental más importante de América Latina.

Vista de la Cervecería Moctezuma, ca. 1941.
Las pasarelas de un palacio
El Salón Internacional abrió la puerta a grandes marcas de ropa y colecciones con desfiles celebrados en jardines, embajadas y residencias particulares que atrajeron al jet set mexicano.
Desfile de modas con diseños exclusivos del Salón Internacional


Los diseñadores del Salón
El prestigio de El Palacio de Hierro fue ganado a pulso: en noviembre de 1967 se concluyó la remodelación de Durango y su elegancia hizo que la revista Harper’s Bazaar la nombrara “La tienda del siglo”. Su arquitectura era referente de modernidad y también lo fueron las exclusivas secciones de marcas del recién creado Salón Internacional, donde se promovió el talento de reconocidos diseñadores, tanto extranjeros como mexicanos.

Aspectos de la pasarela presentada para
El Palacio de Hierro por Oscar de la Renta.

Oscar de la Renta, uno de los diseñadores distinguidos con la Medalla al Mérito.

Aspectos de la pasarela presentada para El Palacio de Hierro por Oscar de la Renta.
Modistos nacionales e internacionales
La encargada de compras para el Salón Internacional fue Emma Guerra, mientras que Madame Rostan, para entonces con 37 años de carrera, fue la asesora de modas. Para enriquecer al Salón, Emma Guerra viajaba con regularidad a Nueva York y se encargaba de traer las creaciones de diferentes diseñadores, entre otros, de Bill Blass, conocido por el estilo innovador de sus costosas prendas.
Guerra trajo prendas del español Elio Berhanyer; del dominicano Oscar de la Renta; los trajes sencillos y elegantes de Jerry Silverman, considerados versiones americanizadas del español Cristóbal Balenciaga, así como piezas de la diseñadora franco-estadounidense Pauline Trigère. Manuel Méndez, Enrique Martínez, Carlo Demichelis, Keko y Armando Mafud fueron algunos de los modistos mexicanos promovidos por El Palacio de Hierro. Todos ellos presentaron sus colecciones con desfiles de temporada.
“Gran éxito” es parte de lo que se lee en la cobertura del evento que publicó El Sol de México con motivo del desfile organizado por El Palacio de Hierro.


La llegada de Hubert de Givenchy a México causó un gran revuelo.
Premios a la moda
A finales de 1968, El Palacio de Hierro estableció el primer Premio de la Moda, un gran concurso de diseñadores al que asistían por invitación. Los espectadores votaban por las piezas de los modistos y los ganadores recibían medallas y diplomas de manos de Don Alberto. El primer galardonado fue Manuel Méndez, escogido para representar a México en el Salón Internacional desde 1969, quien confeccionó vestidos, elegantes abrigos y sus prendas favoritas: trajes sastre con licencia de la casa Lanvin.
Gentlemen only
El Salón Inglés fue un lugar privado para los hombres de buen gusto. Sus páneles de madera le daban gran carácter y elegancia; aquí se podían mandar a confeccionar los más finos atuendos y accesorios.

El Salón Inglés

El Salón Inglés
¡Santa Claus está en Durango!
La tradición de ambientar las tiendas resultó un éxito: en Navidad había aparadores con arbolitos y regalos. Los niños alimentaban la ilusión con los personajes disfrazados, como en los almacenes de Estados Unidos.
El color de la plata
En la búsqueda de nuevas estrategias comerciales, El Palacio de Hierro creó su propio quinto de plata, sello que aparecía en candelabros y jarras de plata Sterling, que durante años se vendieron en el Departamento de Platería.
El departamento de regalos exclusivos


Anuncio trajes de baño, ca. 1970.
En la piscina con Maurice
¡Arroooz!
Los extravagantes diseños de trajes de baño en los años 70 reivindicaban la libertad del cuerpo, en la misma tesitura que las películas del galán de moda, Mauricio Garcés.
La comedia en nuestra publicidad
Los fabulosos años setenta, cuando las campañas de la Venta General hacían guiños de cierta comicidad hacia un público ávido de sorpresas.
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